EL PRIMER RESTAURANTE DEL MUNDO PARA ANORÉXICOS Y BULÍMICOS.

Ubicado en la capital alemana, el Sehnsucht es un lugar íntimo y acogedor. Su dueña y el resto del personal son personas con trastornos alimenticios o anoréxicas en etapa de recuperación.

 

 

 

Apoltronada frente a la barra, Katja Eichbaum aparentaba menos que los 32 años que tenía. Sonreía nerviosamente cuando ve entrar a sus clientes, mientras su marido, Ralf, que trabajaba en la barra, les ofrece vino tinto. Una moza atravesaba el local con una bandeja de bocaditos: trocitos de salmón ahumado acomodados sobre pequeños redondeles de pepino. Alguien en este lugar se debe de tomar muy en serio el tema de la comida. El restaurante era íntimo y acogedor. Unas 30 mesas pequeñas, sillas de madera, un sofá rojo y una barra moderna, decorada con lámparas que llevan el nombre del restaurante. 

La anorexia es un trastorno de la alimentación donde la persona no come.

Bienvenido al Sehnsucht, en el distrito Tiergaten en Berlín, destinado específicamente a aquellas personas que sufren trastornos alimenticios y administrado por anoréxicas en plena etapa de recuperación. Era un concepto paradójico: un restaurante donde la comida es cocinada por chefs que no comen, para comensales que están obsesionados, digamos, con no comer. Y planteaba interrogantes un tanto extraños, como por ejemplo: ¿Cómo se puede esperar tener éxito cuando los clientes se sienten tan perturbados ante la sola idea de comer?.

Su propietaria, Katia Eichbaum, abrió en noviembre de 2004 el restaurante para ofrecer menús a personas con trastornos de la alimentación, después de haber terminado ella misma un tratamiento contra la bulimia, trastorno que tuvo durante 15 años. Se dedicó a este negocio, para lo que contrató a una cocinera muy especial: 

Ella era Claudia, quien junto con Kajta superó su problema de anorexia y ahora cocina para otras chicas con su mismo problema.

" Lo importante es dar el primer paso, que al menos prueben la comida" decía Claudia. "Por ello también se las permite pedir medias raciones". 

Katja Eichbaum, propietaria del restaurante, padeció de bulimia.

Para que los clientes no se sintieran estigmatizados, no existía ningún signo a la entrada del lugar o en el menú que indicaran que es un restaurante especializado. De hecho, estaba abierto para todo el mundo.

Claudia, ex anoréxica.

La cocina era igual a la de cualquier restaurante, y los nombres de los platos, a menudo poéticos, pretendían dar confianza: "Hambre de lobo", para una falsa de cordero. "Alma" para una crema de capuccino con galletitas.

Katja concibió por sí misma la carta, sin recurrir a asesoramiento médico. "Aprendí a comer con mi terapia", dice, convencida de poder ayudar a otros, que vienen a menudo en grupo. Una treintena de anoréxicos y bulímicos atravesó el restaurante. La dueña utilizaba otras astucias para seducir a los clientes: el desayuno se sirvía en tres platitos. Las bolas de helado, en vasitos pequeños. El personal no hace ninguna clase de comentario si alguien no termina su plato.

En poco tiempo, planificaba abrir, al lado del restaurante, un centro donde los clientes puedan hablar de la anorexia y la bulimia y reflexionar sobre cómo organizar el almuerzo o la cena, dónde hacer compras. En definitiva, sobre cómo alimentarse para vivir.

Sin embargo, este restaurante en la actualidad ha cerrado, al no lograr abrir el apetito de los comensales normales ni de quienes padecen de trastornos de la alimentación.

La idea de un restaurante que despertara el apetito a la vida parece destinada al fracaso.

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BIBLIOGRAFÍA VANCOUVER.

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